viernes, 3 de abril de 2009

Un hombre en el buzón, de Ricardo Rey beckford

Señor Comisario:

El objeto de estas líneas es explicarle lo que no pude decirle verbalmente debido al ingrato incidente que se produjo en su oficina cuando me trajeron y también a que usted se puso un tanto ofuscado cuando se enteró de la verdad de los hechos. Le mando esta carta y ojalá que la lea porque me parece difícil que quiera volver a verme.
Antes que nada deseo que sepa que si puedo escribirle es gracias al cabo de guardia, el cual creo se llama Funes, no sé bien, usted en todo caso pregúntele, gracias a que como le decía, Funes me trajo papel y lápiz. Este fue un acto muy considerado de su parte, máxime tratándose de un preso como yo que muy poco puede hacer por él. Se lo digo para que lo tome en cuenta, yo apenas si tenía mis únicos veinte pesos y se los di y todavía cuando volvió le dije gracias y él de nada.
Y bien Señor Comisario, paso a relatar los hechos y a poner las cosas en su lugar, de donde un día salieron para escarnio de la justicia que usted representa. Todo viene de que yo estaba adentro del buzón que se halla ubicado en la esquina de Brasil y Bolívar, cosa que a usted le pareció inexplicable como se sirvió explicarme cuando el lío de su oficina. Pero todo tiene una razón de ser y pasa porque tiene que pasar y no hay más remedio, como fue exactamente el caso mío.
Yo penetré en ese buzón, cometiendo el delito de violación de domicilio a lo mejor o de evasión de impuesto al franqueo o lo que corresponda, por una razón de fuerza mayor. Que es lo mismo que decir que el Cholo me venía corriendo. Señor Comisario, usted no lo conoce bien al Cholo y menos aun cuando está con ira, pero recuerde que los tres vigilantes que lo trajeron se quejaban de malos tratos.
Yo estaba parado en la esquina de Perú y Caseros lo más solo e inocentemente posible cuando apareció el Cholo gritando una serie de acusaciones incomprensibles que se referían a mí y a la novia del Cholo. Yo, como le decía, no entendí lo que él pretendía significarme, pero algunas palabras alcancé a oír y lamento mucho que sean todas de una naturaleza que no se las puedo poner aquí, lo que no es mi culpa. Reconozco que la esquina es bastante oscura y que muchas veces uno pasa y le parece ver a una sola persona y va y mira bien y son dos. Pero de ahí a suponer que yo estaba con su propia novia (la del Cholo se entiende), por peor que sea la reputación de la susodicha, hay más que una leve diferencia. Y conste que no lo digo para disculparla, primero de todo porque a ella le importa un pito lo que piense yo, usted y el Cholo juntos y segundo porque no me agrada dejar en el aire una acusación contra una dama. Eso, aunque en el barrio, sin que el Cholo lo sepa a causa de su mal carácter, la llamen la renga, debido a que continuamente está dando malos pasos.
En un principio me dolió la mala fe y la falta de respeto que encerraban las imprecaciones que se me dirigían, sobre todo en presencia de una señorita a la cual él debería ser el primero en respetar, así da el ejemplo y quién sabe los demás la respetan también.. Me dolió mucho y permanecí cabizbajo, hasta que empecé a correr. Pensé, sensatamente me parece, y usted podrá comprobarlo con sólo echarnos una mirada comparativa a mí y al Cholo, que era mejor que no me agarrara en un estado de ánimo tan furioso.
Porque la experiencia me enseña que el que iba a cobrar era yo y que a ella, que es la verdadera culpable de todo esto, no le iba a hacer nada y que era una estupidez que me rompiera los huesos por culpa de la propia novia de él.
Señor Comisario, usted hubiera hecho otro tanto aunque no más ligero. Corrí las dos cuadras hasta llegar al buzón desde el cual cometí el delito. Yo le puedo asegurar que en casos como el que le estoy relatando es muy difícil darme alcance y, para su ilustración personal, puedo asegurarle que en ocasiones similares me corrieron tipos más cabreros que el Cholo sin lograr su objeto. Pero el Cholo es un tipo de broncas duraderas y es muy capaz de correrme sesenta o setenta cuadras sin desanimarse y si me hacen junta médica, que solicitaré en futuro petitorio, podrá comprobarse que era imposible mantener el ritmo que yo llevaba más de dos cuadras a lo sumo.
Bueno, y para no abultar el expediente, al llegar a la esquina había dos empleados de correo con una camioneta estacionada ahí nomás, que estaban sacando la correspondencia, los cuales hicieron abandono de buzón abierto, negligencia de su parte sin la cual yo no escribiría ahora mi defensa y hubiera muerto en plena juventud, como ser la otra noche. Los empleados de correo o carteros se dieron vergonzosamente a la fuga, pues con ellos no era la cosa, aunque por si acaso se desplazaron a gran velocidad.
He aquí los hechos y el porqué de las cosas. Usted Señor Comisario hizo muy mal, aunque sus razones tendrá, en no creerle al Cholo y mandarlo al Hospicio. Si él le decía que quería matar al tipo que estaba adentro del buzón, vale decir yo mismo, no estaba loco como usted aseguró y enseguida se lo llevaron.
Lo que paso cuando el otro turno vino a cambiar el saco de la correspondencia y el empleado (espero que se recupere) abrió la puerta y yo salí y le dije en un rasgo de ingenio que él no supo apreciar pobrecito, que había que cerrar bien los buzones que si no se metía cualquiera adentro, tampoco es mi culpa. Además yo traté siempre de colaborar con ellos, la prueba está que durante la noche, para distraerme, les separé la correspondencia de capital de la del interior.
Por lo expuesto pido que se me haga justicia y se me restituya a la calle de donde con tanto apresuramiento se me arrancó.


Fdo. Luis Suárez (hijo)

PD: En caso de que no se diera curso a mi pedido, que ojalá no ocurra, le ruego me haga llegar de mi casa el sobretodo. Con la noche que me tocó para cometer el delito y la que pasé en este calabozo no me encuentro muy bien y no quiero que el Cholo, cuando salga de Hospicio, me sorprenda en un estado tan deprimente. Vale.