jueves, 16 de abril de 2009

Mitos (Edipo, Perseo, Prometeo), de Robert Graves

MITO DE EDIPO
(Texto adaptado)
Layo se casó con Yocasta y gobernó Tebas. Afligido por no haber tenido hijos durante un largo tiempo, consultó con el oráculo de Delfos, que le informó que la aparente desgracia era un beneficio, porque cualquier hijo nacido de Yocasta sería su asesino. Layo entonces repudió a Yocasta, aunque sin darle ninguna razón. Ella se ofendió de tal modo que lo emborrachó y lo sedujo. Cuando, nueve meses después, Yocasta dio a luz un hijo varón, Layo se lo arrancó de los brazos, le taladró los pies con un clavo y lo dejó abandonado en un monte. Según otra versión, Layo encerró a Edipo en un arca y la arrojó al mar.
En todas las versiones Edipo no murió sino que fue criado por Peribea y su esposo Polibo, en Corinto, quienes lo criaron como a un hijo propio sin decirle nada sobre su verdadero origen.
Algunos años más tarde, un joven len dijo que no se parecía ni a su madre ni a su padre. Edipo fue a consultar entonces con el oráculo de Delfos, en donde se le dijo que se alejara de allí, que mataría su padre y se casaría con su madre.
Edipo amaba a Polibo y a Peribea y decidió no regresar a Corinto. En el desfiladero entre Delfos y Daulis se encontró con Layo, quien le ordenó ásperamente que se apartase del camino. Edipo replicó que no reconocía más superiores que a los dioses y a sus padres. Layo entonces ordenó al cochero que avanzara, una de las ruedas del carro lastimó un pie de Edipo. Edipo, muy enojado, mató al cochero y luego luchó con Layo y también lo mató.
Layo iba a ver al oráculo para preguntarle cómo podía librar a Tebas de la Esfinge. La Esfinge era un monstruo que tenía cabeza de mujer, cuerpo de león, cola de serpiente y alas de águila, estaba cerca de la ciudad y le proponía a cada viajero un enigma: ¿Qué ser, con sólo una voz, tiene a veces dos pies, a veces cuatro y a veces tres? A quienes no podían resolver el enigma, la Esfinge los devoraba.
Edipo, al acercarse a Tebas, se encontró con la Esfinge, pero supo resolver el enigma. “El hombre –contestó-, porque gatea cuando es un niño, se mantiene sobre sus dos piernas en su juventud, y se apoya en un bastón durante su vejez”. La Esfinge entonces saltó desde un monte y se despedazó.
Edipo entró en Tebas, fue aclamado como rey y se casó con la reina viuda, Yocasta.
La peste entonces invadió la ciudad, y cuando el oráculo fue consultado, contestó que debían expulsar al asesino de Layo. Edipo, que ignoraba a quién había matado en el desfiladero, maldijo al asesino de Layo y lo condenó al destierro, sin saber que de trataba de sí mismo.
El ciego Tiresias, el adivino más famoso de Grecia, pidió a Edipo una audiencia y le reveló la verdad, que él mismo había matado a Layo, su padre y que se había casado con su propia madre. Al principio nadie quiso creer las palabras de Tiresias, pero una carta llegada de Corinto confirmaba su versión de los hechos. Peribea reconocía haber adoptado a Edipo. Yocasta se ahorcó por la vergüenza y Edipo se cegó con un alfiler que tomé de los vestidos fe su madre.

MITO DE PROMETEO
(Texto adaptado)

Un día se produjo una disputa en Sicione sobre qué partes de un toro sacrificado se debía ofrecer a los dioses y cuáles debían reservarse a los hombres, y se invitó a Prometeo a actuar como árbitro. Prometeo desolló y descuartizó un toro, cosió su piel formando dos bolsas con boca ancha y los llenó con las partes del toro. Una bolsa contenía la carne más sabrosa, pero sobre ella puso el estómago, que es la parte menos apetecible; el otro saco contenía huesos, pero sobre ellos puso un poco de carne y de grasa. Luego invitó a Zeus a elegir entre ambos sacos. Zeus cayó en el engaño y eligió el saco que contenía los huesos. Prometeo festejó el éxito de truco y se rió a espaldas de Zeus, quien, muy enojado, privó a los hombres del fuego, diciendo: “¡Que coman la carne cruda!”.
Prometeo fue a ver a Palas Atenea y le pidió que lo ayudara a entrar secretamente en el Olimpo. La diosa lo ayudó y Prometeo encendió una antorcha con el fuego del Sol y regresó con el fuego.
Zeus juró vengarse. Ordenó a Hefestos que hiciera una mujer de arcilla, a los cuatro Vientos que le insuflaran la vida y a todas las diosas del Olimpo que la adornaran. Y envió a Pandora, la mujer más bella jamás creada, como regalo a Epimeteo, hermano de Prometeo. Epimeteo, avisado por su hermano, no quiso aceptar el regalo. Más enfurecido, Zeus hizo encadenar a Prometeo en una de las montañas del Cáucaso, donde un buitre le devoraba el hígado durante todo el día, un año tras otro. El castigo no tenía fin porque el hígado de Prometeo crecía durante la noche.
Epimeteo, asustado por la suerte corrida por Prometeo, se casó con Pandora. Poco tiempo después abrió una caja que Prometeo le había advertido que no debía abrir jamás, y de allí salieron todos los males del mundo: la vejez, el trabajo, la enfermedad, la locura, el vicio. Los males hirieron a Epimeteo y luego atacaron a todos los hombres. Sin embargo, en la caja quedó la esperanza.

MITO DE PERSEO
(Texto adaptado)

Acrisio se había casado con Aganipe pero no tenía hijos varones, solamente una hija llamada Dánae. Acrisio consultó con el oráculo cómo podía conseguir hijos varones, y el oráculo le contestó: “No tendrás hijos varones y tu nieto te matará”. Para impedir que se cumpliera este pronóstico, Acrisio encerró a Dánae en un calabozo con puertas de bronce, custodiada por perros salvajes. A pesar de estas precauciones, Zeus llegó hasta Dánae en forma de lluvia de oro y Dánae le dio un hijo llamado Perseo.
Cuando Acrisio se enteró que Dánae esperaba un hijo, no sospechó de Zeus sino de su propio hermano Preto. No se atrevía a matar a su propia hija, y cuando nació Perseo los encerró a ambos en un arca de madera que arrojó al mar. El arca fue a la deriva hasta llegar a la isla de Serifo, allí los rescató un pescador y los llevó a la casa de su hermano, el rey Polidectes, que crió a Perseo en su propia casa.
Pasaron algunos años, y Perseo, ya en la edad viril, defendió a su madre contra Polidectes, que quería obligarla a casarse con él. Polidectes reunió a sus amigos y, fingiendo que pediría la mano de otra mujer llamada Hipodamia, les rogó a cada uno de los presentes que contribuyeran con un caballo como regalo. Perseo no tenía un caballo para regalarle ni tampoco dinero para comprarlo, pero le dijo a Polidectes que si se proponía casarse con Hipodamia y no con Dánae se las arreglaría para regalarle lo que quisiera, incluso la cabeza de la gorgona Medusa. Polidectes le contestó que la cabeza de Medusa le agradaría mucho.
La gorgona Medusa tenía serpientes por cabellos, grandes dientes, la lengua saliente y un rostro tan feo que quien lo miraba quedaba petrificado por el terror.
Palas Atenea había oído la conversación, y como era enemiga de Medusa, acompañó a Perseo en su aventura. En primer lugar lo condujo a la ciudad de Diecterión, en donde se exhibían las imágenes de Medusa y de sus dos hermanas, luego le advirtió a Perseo que no debía mirar a Medusa directamente sino sólo su reflejo, y le regaló un escudo brillante.
También el dios Hermes ayudó a Perseo entregándole una hoz de diamantes para que cortase la cabeza de Medusa. Pero Perseo necesitaba además un par de sandalias aladas, una bolsa mágica para guardar la cabeza cortada y el yelmo de la invisibilidad que pertenecía a Hades. Todas estas cosas estaban al cuidado de las ninfas del Estigia, y Perseo debía obtenerlas de ellas. El paradero de las ninfas del Estigia sólo era conocido por las hermanas de las Gorgonas, las tres Greas, parecidas a cisnes, pero tenían un solo ojo y un solo diente entre las tres. Perseo fue a verlas, se deslizó detrás de ellas y se apoderó del ojo y del diente cuando se lo pasaban de una a otra, y se negó a devolverlos hasta que le dijeran dónde vivían las ninfas del Estigia.
Cuando se lo dijeron, Perseo tomó las sandalias aladas, la bolsa mágica y el yelmo que le dieron las ninfas, y luego fue en busca de Medusa. Cuando la encontró, fijó sus ojos en el reflejo de su escudo y le cortó la cabeza con un golpe con su hoz. Guardó la cabeza en la bolsa mágica y huyó. Las hermanas de Medusa despertaron y quisieron perseguirlo pero el yelmo lo hizo invisible y escapó con las sandalias aladas.
En el camino de regreso, mientras rodeaba la costa de Filistia, vio una mujer desnuda encadenada a un acantilado, e inmediatamente se enamoró de ella. Se trataba de Andrómeda, hija de Cefeo, rey etíope, y de Casiopea. Casiopea se había jactado de que ella y su hija eran más bellas que las nereidas, quienes se quejaron a Poseidón. Poseidón entonces envió una inundación y un monstruo marino para que devastara Filistia. Cefeo consultó al oráculo de Ammon y le dijo que la única esperanza de salvación consistía en sacrificar a Andrómeda al monstruo, y sus súbditos lo obligaron a encadenarla a una roca.
Perseo vio a Andrómeda y a sus padres que miraban ansiosamente desde la costa, descendió junto a ellos y se ofreció para salvar a su hija con la condición de poder casarse con ella y volver a Grecia con Andrómeda. Cuando le contestaron afirmativamente, Perseo se elevó y con la hoz decapitó al monstruo y salvó a Andrómeda.
Sin embargo, Cefeo y Casiopea lo recibieron de mala gana como yerno. La boda se realizó inmediatamente por insistencia de Andrómeda, pero la fiesta fue interrumpida por Agenor, que llegó al frente de un grupo armado, reclamando a Andrómeda para él. Sin duda lo había llamado Casiopea, que en un momento gritó que Perseo debía morir.
En la pelea que siguió, Perseo dio muerte a muchos de sus adversarios, pero como éstos eran muy numerosos, tomó la cabeza de Medusa y convirtió en piedra a sus enemigos.
Perseo volvió a Serifo con Andrómeda y se encontró con que su madre era amenazada por la violencia de Polidectes, que no se proponía casarse con Hipodamia. Perseo fue directamente al palacio de Polidectes y anunció que llevaba el regalo prometido. Lo recibieron con insultos, les mostró la cabeza de Medusa y convirtió a todos en piedra.
Luego de salvar a Dánae, Perseo se dirigió a Argos, con su madre y su esposa. Acrisio, al enterarse que se acercaba su nieto, huyó a Larisa, pero sucedió que invitaron a Perseo a Larisa para asistir a los juegos fúnebres que celebraba Teutámidos en honor de su padre difunto. Cuando le tocó a Perseo lanzar el disco, el viento y la voluntad de los dioses desviaron su trayectoria, y el disco dio en el pie de Acrisio y lo mató.
Avergonzado, Perseo enterró a su abuelo y luego cambió su reino con Preto, rey de Tirinto
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